Tanta genialidad en un sólo lugar fue el motivo por el que quise visitar el Vaticano. Dos iluminados: Miguel Ángel Buonarroti y Gian Lorenzo Bernini, genios de esos que ya no existen, intervinieron en sus joyitas. Detalles hay miles, y si bien entender el arte no es mi fuerte, son cinco los momentos que destaco al visitar el Vaticano. Son aquellos que más me impactaron, y por lo tanto, los que cuento siempre cuando me preguntan por este paseo.
1. Caminar por la Via de la Conciliazione con el fondo de la Basílica de San Pedro.
La Via de la Conciliazione es la calle principal, al visitar el Vaticano, y que nos lleva al gran escenario de la Plaza San Pedro. Es el momento de decir «wow, ahí está la Basílica de San Pedro, ya llego». Es la entrada a tanta creatividad.
2. Estar parada en el lugar exacto donde se alinea la columnata de la Plaza San Pedro
Hablando de genios, Bernini fue quién diseño la Plaza San Pedro, y cerca del centro colocó un disco que dice «Centro del Colonnato«. Desde ese punto maravilloso se produce un efecto óptico en que las columnas se alinean. ¿Cómo? Como se ve en la foto: las 3 filas de columnas calzan perfectamente detrás de la primera. Esto se da porque hay un aumento gradual del diámetro de las columnas desde la fila interna hasta la externa. Fuera del círculo se termina la función.
3. La inmensidad de la Basílica de San Pedro y las grandes obras maestras.
Abruman sus dimensiones y su riqueza decorativa. Fue el Papa Julio II quien mandó a construir esta basílica sobre otra más antigua. Al demorarse su construcción unos 120 años pasaron varios los arquitectos. El primero fue Bramante, apodado como «maestro ruinoso» porque fue quien tuvo que tirar abajo la basílica anterior. Miguel Angel aportó una joyita que es la cúpula central, y Giacomo della Porta la terminó 24 años después de la muerte de su maestro, siguiendo casi al pie de la letra lo proyectado. Carlo Moderno fue el responsable de terminar la basílica con el diseño y distribución actual. Gian Lorenzo Bernini, además de realizar la reforma de la Plaza San Pedro, participó en la decoración del templo, y sobre todo con el baldaquino ubicado sobre el altar principal.
Dos genios casi juntos. Debajo de la cúpula de Miguel Ángel se encuentra el baldaquino diseñado por Bernini. Se trata de cuatro columnas forjadas en bronce macizo negro y sobredorado de estilo barroco. Debajo está el altar mayor de la basílica, que a su vez se sitúa sobre la cripta en que se halla la tumba del Apóstol San Pedro.
Gian Lorenzo Bernini era considerado el Miguel Angel de la época, un joven exitoso capaz de pintar, esculpir y escribir una novela. Sí, las tenía todas porque también era mujeriego. El proyecto de este baldaquino lo enfrentó en la realidad con otro genio llamado Francesco Borromini. A diferencia de su rival, tenía un carácter podrido, era introvertido, y no tenía la suerte de Bernini que era amigo de casi todos los Papas (relación fundamental para conseguir trabajo).
Así fue como ambos se presentaron al concurso para la realización del baldaquino, y 10 días antes del veredicto Bernini ya tenía la «orden de compra aprobada» para sacar los materiales del corralón. No obstante a Borromini le otorgaron el segundo puesto, quedando como ayudante de Bernini, una oferta muy humillante que tuvo que resistir. Dos grandes cerebros detrás de esta obra y una sola firma, la de Bernini. Lo que importa en esta historia es que estos dos personajes son los responsables del origen del estilo barroco, y el baldaquino de San Pedro es un ejemplo de esta expresión.
Pensar que Miguel Ángel hizo la escultura de La Piedad cuando tenía 24 años, y representa el dolor de la Virgen María al sostener a su hijo Jesús muerto. Es la única obra firmada por Miguel Ángel, y lo hizo porque todos dudaban de su autoría dado que la perfección de la obra no coincidía con su juventud. ¿Dónde está la firma? En la cinta que cruza el pecho de la virgen.
Los pliegues del ropaje de la virgen son muy reales, aunque es bastante difícil apreciar más detalles de la obra porque está detrás de un vidrio a prueba de balas, a raíz de que hace muchos años fue atacada por un loco que se creía Jesucristo. Sí se puede ver el rostro juvenil de la virgen, considerando que su hijo ya tenía 33 años al morir. Pero este detalle fue bien estudiado por Miguel Ángel haciendo referencia al poeta italiano Dante Alighieri, quien escribió sobre la Virgen María en la Divina Comedia: «Virgen Madre, hija de tu hijo». La virgen es el símbolo de una juventud inmutable.
4. Subir a la cúpula de la Basílica de San Pedro
Observar desde las alturas la imagen completa de la Plaza San Pedro, la Vía de la Conciliazione, el río Tiber, el Castel Sant’Angelo, la Capilla Sixtina, es como tener el álbum de figuritas completo al visitar el Vaticano.
¿Cómo subir a la cúpula de la Basílica de San Pedro?
La boletería se encuentra a la derecha de la escalinata de entrada a la basílica. La entrada no se puede comprar en forma anticipada y sólo se paga en efectivo. Hay 2 precios €10 y €8. La diferencia es que pagando esos €2 admite el uso del ascensor para los primeros 250 escalones para llegar a la base de la cúpula. Luego se sale a la terraza que es donde están las espaldas (sin pulir) de las estatuas que miran hacia la Plaza San Pedro. El ascenso se continúa subiendo a pie 300 escalones más.
5. Terminar el día visitando la Capilla Sixtina
La Capilla Sixtina es un espacio donde ocurrió una explosión de creatividad, y tuvo un sólo responsable: Miguel Angel Buonarroti.
Las pinturas cuentan historias, sentimientos, y venganzas del artista a las críticas destructivas de la obra. Pero esto lo cuento en este post: Capilla Sixtina, pura creatividad.
¡Este paseo forma parte del itinerario que recorre a Italia durante 30 días!
2 comentarios
Muy bueno Lore!
Gracias Guadita!!! Me alegra que te haya gustado!!