La Ruta 12 en el tramo que conecta a la ciudad de Puerto Iguazú con San Ignacio, se vuelve ondulada, y tomar el color de su tierra colorada. Con ese paisaje de selva eterna recorrimos en auto y por cuenta propia, 244 kilómetros hacia el sur de Misiones para visitar las 3 ruinas jesuíticas y el establecimiento de Yerba Mate Piporé.

Ruta 12 en Misiones
Visita a las 3 Ruinas Jesuíticas del sur de Misiones
Para entender la magnitud de la obra evangelizadora de la Compañía de Jesús en la región que se desarrolló entre los siglos XVII y XVIII, de los 30 pueblos jesuíticos, 11 de ellos fueron fundados en Misiones, y el resto se reparte entre la provincia de Corrientes, Paraguay, y Brasil.
En la línea de la Ruta 12 son 3 las ruinas jesuíticas del sur de Misiones más destacadas: las ruinas de San Ignacio Miní, las de Santa Ana y las de Nuestra Señora de Loreto.
Las más conocidas turísticamente son las ruinas de San Ignacio Miní, por el gran trabajo de revalorización arquitectónica e histórica. Si bien es la más imponente y la mejor reconstruida de las 3 ruinas, las otras 2 aportan espacios, sistemas y estructuras que en San Ignacio no se reconstruyeron. Es decir que la visita a las 3 ruinas jesuíticas del sur de Misiones, logran contar, en su conjunto, cómo era la vida en las reducciones tanto para los pueblos originarios como para los jesuitas.
1. Ruinas de San Ignacio Miní
Las ruinas de San Ignacio Miní están en plena ciudad de San Ignacio, y su museo es el punto de partida para visitarlas.
Este cuento ayuda a la imaginación para entender ¿qué vemos cuando visitamos las ruinas jesuíticas? y ¿cómo era el sistema de la misión?
Cuando llegaron los jesuitas a América en el siglo XVII fundaron 30 misiones prósperas en la región de Brasil, Paraguay y Argentina. Todas tenían el mismo trazado urbano, y convivían unos 4.500 habitantes en cada misión. Las construcciones eran de piedra llamada arenisca roja, que fueron trasladadas a cada misión en carretones tirados por bueyes desde las barrancas del río Paraná. Las piedras las colocaban una encima de otra utilizando el sistema de poleas, para darse una idea de lo avanzados que estaban en el uso de la tecnología.
Si bien había una distancia de 30 y 40 kilómetros unas de otras, cada misión tenía una torre de vigilancia desde la que podían tener contacto visual con el resto, y avistar al enemigo que siempre tenía algún motivo para cantar presente. Estos enemigos fueron mayormente los bandeirantes, una compañía formada por los portugueses que traían esclavos desde África, y cuando no pudieron hacerlo más, comenzaron a mirar a los guaraníes para tal fin. Por su parte, los españoles hacían lo mismo aunque disfrazaran el trabajo penoso con el nombre de Encomienda. ¿Tenían los guaraníes alguna otra posibilidad de supervivencia fuera de las misiones? ¿Desprotegidos y sin armamento? Claramente no, y de alguna manera la orden jesuítica los exceptuaba de ese sistema.
Y ¿quiénes eran los jesuitas?
Eran hombres religiosos pero también militares, y que conformaron la Compañía de Jesús, fundada por Ignacio de Loyola en 1534. Tenían estructura militar donde al jefe superior lo llamaban General, le seguían los Tenientes, y por lo tanto tenían un rígido orden disciplinario. Así como realizaban los tres votos clásicos de toda orden religiosa: castidad, pobreza, y obediencia, agregaron un cuarto voto que fue el de obediencia ciega al Papa. Esto generó un puntito en contra para los jesuitas dado que su obediencia era al Papa y no al Rey.
La vida cotidiana en las reducciones
La organización de las misiones no fue fácil ni para los guaraníes, ni para los padres jesuitas que comenzaron viviendo 200 de ellos y todos juntos por miedo. Una vez que pudieron avanzar en su principal misión que era la evangelización de los guaraníes, y en establecer las reducciones en un lugar más seguro, hicieron falta sólo dos jesuitas para desarrollar este imperio. De 200 sólo 2 para controlar 4.500 personas, demuestra la grandeza de esta organización. Pero como decía, este proceso no fue de la noche a la mañana.
Hablando de rutinas, las jornadas diarias comenzaban con las campanadas de las 4:00 am para despertar a todos. Le seguía la misa en la Iglesia a las 6:00 am para los hombres, luego iban las mujeres, y los niños que practicaban en los coros. Durante el día las familias debían rezar sus oraciones 3 veces más, y por la tarde (como si fuera poco) cerraban la jornada rezando el Rosario en la Iglesia.
Cada misión se especializaba en algo y en San Ignacio Miní cultivaban la yerba mate. Tuvieron colegios, hospitales, imprentas, existía el trueque entre las misiones, y cada una se auto abastecía. Eran ciudades cristianas perfectas. En un momento dado llegaron a exportar sus productos y dejaron de comercializar con las colonias españolas. Esto sumó otro puntito que hizo rebalsar el vaso y motivo suficiente para lograr la expulsión de los jesuitas de estos territorios en 1767. Junto a ello, vino la destrucción de la obra que les había llevado toda la vida levantar.
Las visita a las ruinas de San Ignacio Miní
En guaraní «Miní» significa pequeño. En el museo hay una maqueta con la traza urbana de la reducción, y que se repetía en las misiones de otras localidades. Fue por el año 1940 que iniciaron la reconstrucción de las ruinas que habían sido sepultadas por la selva.
Explicación de la maqueta ¿cómo se distribuía la reducción?
Tomando como referencia la Iglesia que era la construcción más alta, a su derecha lo que se ve parquizado es el cementerio. Allí enterraban a los guaraníes, y estaba dividido en 4 sectores, por dos calles que se cruzaban. En un sector enterraban a los niños, en otro a los adultos, y a su vez se dividían por sexos. A continuación del cementerio, hay una pequeña estructura llamada cotiguazú donde vivían las viudas, huérfanos y ancianos, que eran ayudados y sostenidos por toda la comunidad.
La estructura mayor que se ubica a la izquierda de la Iglesia, es donde vivían los padres jesuitas, estaban las aulas de la escuela, y la escuela de música. En el medio de la maqueta se observa un espacio parquizado que era el patio central o el de armas. El resto de las estructuras se dividían entre viviendas de los guaraníes, y lugares de almacenamiento de todo lo que se producía: yerba mate, caña de azúcar, tabaco, los talleres de carpintería, herrería, producían pisos, tejas, entre otras actividades que permitían que el pueblo fuera autosuficiente.
Camino hacia las ruinas de San Ignacio ¿qué quedó de aquella realidad?
La Iglesia
Es la edificación más impactante, y los pórticos de ladrillo en estilo barroco representan la marca de las ruinas de San Ignacio Miní.
Siendo la iglesia el corazón del pueblo, y la misa el principal motivo de reunión de la comunidad, esta estructura tenía que ser muy grande. Así, el interior tiene 74 metros de largo por 27 metros de ancho, y originalmente alcanzaba los 15 metros de altura. Hoy se preservan 10 metros de altura en los muros laterales, donde las columnas de piedra fueron reconstruidas por restauradores para que nos podamos imaginar como era la altura de aquella época. Los huecos en la piedra era donde se alojaban las columnas y ventanas de madera, que fueron consumidas por el fuego.

Esta foto conjuga las ruinas con el edificio original
En el altar mayor era donde sepultaban a los Jesuitas. Allí se encuentran José Cataldino y Simón Masceta, ambos fundadores de esta misión.

El altar de la iglesia
Las piedras restauradas fueron marcadas con números para que al momento de colocarlas lo hicieran en la misma posición.
2. Ruinas de Santa Ana
Las ruinas de Santa Ana están a 18 kilómetros al sur de las de San Ignacio Miní, en el municipio de Candelaria. A pesar de que todas las misiones tenían el mismo trazado urbano, ésta se ve bastante más consumida por la selva y con un trabajo de restauración por delante.
Lo nuevo con respecto a las ruinas de San Ignacio, es el sistema de canalización pluvial hasta finalizar en la cisterna, y el cementerio con lápidas y bóvedas.
3. Ruinas de Nuestra Señora de Loreto
A 10 kilómetros de Santa Ana y de regreso a San Ignacio, se encuentra la entrada a las ruinas de Nuestra Señora de Loreto, y luego son 3 kilómetros más hacia adentro desde la ruta Nacional 12.
Lo nuevo con respecto a las ruinas de San Ignacio y Santa Ana, es el trabajo arqueológico en las letrinas por ejemplo.
Debajo de este tinglado están los restos de la capilla que está siendo restaurada, y allí se ve la imagen de la Virgen Nuestra Señora de Loreto, que es también la patrona de la Fuerza Aérea Argentina y de la Aviación Argentina.
También se hallan sepultadas las reliquias de Antonio Ruiz de Montoya, nacido en Lima (Perú), sacerdote jesuita y escritor. Hay en la ciudad de Posadas un instituto terciario que lleva su nombre con el fin de honrar a todos los sacerdotes de las misiones guaraníes. Pero el padre Antonio se destacó por ser quien lograra la hazaña de traer a 12 mil guaraníes desde las tierras brasileras hacia nuestro país, que estaban siendo esclavizados por los llamados bandeirantes.
Fue así que tuvo que armar a los guaraníes para su defensa, y fundar más reducciones para albergar a tanta gente, así como organizar el sistema de la misión. Cuando todos fueron exiliados, Antonio, que ya sabía la lengua guaraní, escribió libros y un diccionario de los que muchos historiadores rescataron la historia de esta época.
Establecimiento Yerba Mate Piporé
La última parada del paseo fue en Piporé, un establecimiento yerbatero ubicado a 30 kilómetros de las ruinas de Nuestra Señora de Loreto, y donde había averiguado que recibían gente de manera espontánea, sin reserva previa. Nos invitaron primero a ver un video sobre el proceso de elaboración de la yerba mate, y luego pasamos al museo donde están las primeras maquinarias que usaban para todo ese proceso, y que aún hoy funcionan.
- Más información: Yerba Mate Piporé

Quien guste saber sobre el proceso, este folleto lo explica muy bien.
Una amistad viajera
Nos encontramos con Linda en las ruinas de Nuestra Señora de Loreto. Ella estaba esperando que parara de llover para poder salir a la ruta y regresar al hostel en San Ingacio, en el que estaba trabajando para ganarse unos mangos y seguir conociendo la Argentina. La llevamos a Piporé porque era parte de nuestro recorrido, y además no sabía que podía visitar este tipo de establecimientos. Ahí compró su «Mate Kit», que la acompañaría en el resto de su travesía de viajar por el mundo hasta llegar a Holanda, donde todo comenzó para ella.
Esta visita a las 3 ruinas jesuíticas del sur de Misiones y el establecimiento Yerba Mate Piporé, forma parte del itinerario por Misiones y alrededores durante 7 días.
2 comentarios
Necesitaría saber cuanto tiempo lleva recorrer las ruinas de San Ignacio solas, y cuanto si quiero recorrer las de Santa Ana y Loreto.
Hola Lorena!
De las tres ruinas la más completa es la de San Ignacio, que además tiene un museo. Esta visita te puede llevar 1 hora y media. Las otras dos ruinas (Loreto y Santa Ana): 2 horas entre visita y viaje entre una y otra. Como yo estaba alojada en Puerto Iguazú, visitar las tres ruinas me llevó todo el día. Para llegar a San Ignacio son 250 kilómetros que te llevan 3 horas de ida, más la vuelta, las otras dos ruinas están relativamente cerca. Para hacerlo por tu cuenta deberías alquilar un auto, salir bien temprano (7 am) y tratar de regresar lo más temprano que puedas porque si bien la ruta está buena, tiene muchas subidas y bajadas, y no está iluminada como una autopista… (es mi sugerencia!). Saludos y gracias por escribirme!!