Con buena fama, la parrilla La Cabrera no es una más, comer ahí fue una verdadera experiencia y el protagonismo se lo llevó la cuchara que trozó la carne.
La experiencia comenzó cuando entramos al salón con una atención súper amable. Nos ubicaron en una mesa redonda con vista a todos los detalles de la ambientación: sombreros, pavas, cabezas de vaca, carteles, miles de cosas.
Éramos tres y en realidad como somos de poco comer pedimos una porción de vacío que viene acompañado de ensalada. Al rato llegó el vacío, llegó la ensalada y llegó una docena de pirotines con variedad de aderezos para combinar.
La encargada de cortar la carne fue la cuchara que comandada por el mozo hizo un maravilloso trabajo. De más está decir que el asador tuvo mucho que ver, respetando el punto de cocción y la calidad de la materia prima claramente seleccionada. Nos despidieron con los clásicos chupetines para endulzar la despedida.
Gastón Riveira es el creador de La Cabrera pero también el alma de la cocina, porque es quien se ocupa de la selección de los productos, de investigar tendencias y de ubicar a su parrilla entre las mejores del mundo.
Una vez me dijeron: «para que el cliente viva una verdadera experiencia, tiene que sentir que recibió más de lo que pagó por ella». En este lugar la misión está cumplida y bien porteña.
Más información:
- Ubicada en el barrio de Palermo sobre la calle Cabrera 5099, esquina Thames
- Web del lugar: La Cabrera
- Al mediodía es un lugar tranquilo, aunque es conveniente reservar. Se pueden compartir los platos y resulta accesible.
- Nosotros combinamos la visita al Museo Evita por la mañana, luego el almuerzo en La Cabrera y una vuelta por Plaza Serrano, que se ubica a sólo dos cuadras para visitar las tiendas de diseño.