Es un lugar para el asombro, tanto por las historias que guardan quienes ahí descansan, como por el cosquilleo que se percibe al caminar por los callejones menos transitados. Quien quiera conocer los secretos de Buenos Aires, tiene que visitar el Cementerio de la Recoleta.
El origen del cementerio
En el año 1820 durante el gobierno de Martín Rodríguez y su ministro Bernardino Rivadavia, expropiaron los terrenos ocupados por el huerto de la Congregación Franciscana para construir allí el Cementerio del Norte, el primer cementerio público de la ciudad. Fue inaugurado en 1822 sólo para católicos y años más tarde mediante un decreto permitió que fuesen enterrados practicantes de otras religiones. El cementerio llegó a un estado de abandono hasta que en 1881 el Intendente Torcuato de Alvear, encomienda al arquitecto Buschiazzo su primera remodelación que incluyó la pavimentación de las calles internas, se levantó el muro de ladrillos que lo rodea, se embelleció la entrada con un pórtico de doble hilera de columnas de estilo dórico. Actualmente ocupa 5 manzanas y media, más de 70 bóvedas declaradas Patrimonio Histórico Nacional, y el Cementerio en su conjunto fue declarado Museo Histórico Nacional desde el año 1946 por los personajes ilustres que aquí descansan, por la calidad arquitectónica y las esculturas que acompañan las sepulturas.
El Cristo
Apenas se ingresa al cementerio y a mano derecha, se encuentra la Capilla con un Cristo hecho en mármol blanco de una sola pieza, obra del escultor italiano Giulo Monteverde, quien fue maestro de Lola Mora. Observándolo de lejos, parece tener los ojos cerrados, pero de cerca se ve lo contrario.
Aquí también vive nuestra historia
El cementerio encierra una cantidad de historias de amor, odio, misterio, fantasmas, despecho y tragedias. Aquí también vive nuestra historia, porque hay cuatro miembros de la primera junta de gobierno, cuatro directores supremos, firmantes del acta de la independencia, casi doscientos gobernadores de provincia, héroes de la independencia, guerreros del Brasil y del Paraguay, veintiséis presidentes argentinos. Faltan sindicalistas, futbolistas y tangueros, es una curiosidad que estos tres aspectos de la vida de los argentinos no se encuentren representados.
Historia de amor y de perseverancia
Es la que se recuerda en la bóveda de la Familia Alvear. Máximo Marcelo Torcuato de Alvear, Presidente de la República, no sólo fue criado en cuna de oro sino que además heredó todo de sus tías quienes no tenían descendencia. Siendo un solterón con plata a los 31 años de edad, viaja a Montevideo donde se enamora de la cantante lírica Regina Paccini y al término de su función le regala 48 rosas rojas. Como Regina no le correspondía su amor, Marcelo la sigue durante ocho años a cada ópera, hasta que decide hacer la máxima de sus demostraciones de amor en un teatro de Lisboa. Allí entra Regina en escena y ve que el auditorio estaba vacío, a excepción de Marcelo que la observaba desde uno de los palcos, y a su lado una canasta con todas las entradas que él había comprado para que Regina cantara sólo para él. Finalmente Regina canta por última vez allí y acepta la propuesta de casamiento de Marcelo. Cuando Marcelo muere, Regina se acercaba al cementerio cada lunes a su bóveda para conversar con su marido durante 3 horas. Una anécdota cuenta que cuando Regina terminaba «la conversación con su marido», lo invitaba al cuidador del cementerio a comer un plato de fetucchini con salsa y un vaso de moscato, costumbre que se repitió durante 28 años, y como Regina tenía un carácter fuerte, el cuidador nunca se animó a confesarle que no le gustaban las pastas.
Una trágica historia de amor
Es la tumba verde que pertenece a la Familia del Almirante Guillermo Brown. Se pintó de ese color debido a que el almirante había nacido en Irlanda. Fue héroe de la marina y fundador de la Escuela de la Armada. Su urna está hecha con el bronce de los cañones que utilizó en la guerra de la Independencia y detrás se observa un cofre que contiene los restos de su hija Elisa.
La historia cuenta que cuando el almirante reunía en su casa de Barracas a los capitanes y marinos con “tecito de por medio”, su hija logra enamorar al Capitán Francisco Drumond. Al estallar la guerra del Imperio del Brasil los marineros salen a combatir, pero antes de irse a la campaña, Francisco y Elisa habían fijado fecha de boda para el 27 de diciembre de 1827. Durante la expedición sucede el combate de Monte Santiago, donde el Almirante Brown encalla por primera vez su barco a pesar de conocer muy bien el Río de la Plata. El buque de Francisco Drumond fue uno de los cuatro buques que enfrentaron a los dieciséis barcos brasileros, así comenzaron a quedarse sin municiones, pólvora, y los barcos destrozados. Francisco había sido herido a causa de una bala que le voló la oreja, quedó debilitado y fue acompañado de uno de sus hombres hacia otro barco en busca de municiones, y apenas pisó la cubierta fue impactado por la bala de un cañón que lo hirió de muerte. Al Almirante Brown le quedaron tres tareas terribles: la primera fue traer el cadáver de su futuro yerno a Buenos Aires, la segunda fue quemar las naves para que no caigan en manos de los enemigos, y la tercera fue la de enfrentar a su hija para decirle que su prometido había muerto en la batalla. Sorprendentemente la joven continúa su vida como si nada hubiese ocurrido. Pasaron los meses y el día en que había fijado fecha para su boda, decide abandonar su casa, descender al Río de la Plata, y suicidarse en busca del alma de su novio muerto, según cuenta la carta que le dejara a su padre. Se dice que el Almirante Brown que sobrevivió treinta años a su hija, jamás volvió a sonreír.
Bóvedas automatizadas
Se dice que Alfredo Gath dueño de Gath & Chaves, las tiendas más famosas de Sudamérica, sufre un impacto psicológico al escuchar sobre un caso de catalepsia en el cementerio, y se obsesiona con la posibilidad de ser enterrado vivo. Es así que contrata una empresa funeraria para que le diseñe un cajón para catalépticos, el cual se abriría al más mínimo movimiento. Alfredo se encarga de diseñar la bóveda, de instalar el cajón, y de todo el mecanismo que permitía abrir el cajón y al mismo tiempo la puerta de la bóveda haciendo sonar un campanario instalado especialmente. Lo curioso es que para cada aniversario de su nacimiento, Alfredo visitaba su bóveda para probar el funcionamiento del sistema. Al momento de su sepultura el objetivo del mecanismo fue cumplido, ya que no tuvo necesidad de activarse. Un adelantado para los años 1930.
La bóveda más costosa
Es la de la Familia Leloir donde descansa Federico Leloir, quien recibió el Premio Nobel de Química en 1970. Tiene aproximadamente diez metros de altura y su valuación se equipara a la de un departamento de 4 o 5 ambientes en el coqueto barrio de Recoleta.
Una bóveda muy original
Es en la que descansa el Gral. Tomás Guido, militar, diplomático y político argentino. Esta bóveda con forma de gruta fue construida por su hijo Carlos Guido Spano, con sus propias manos. En homenaje al anhelo de su padre de ser enterrado al pie de la Cordillera de los Andes, trajo de allí estas piedras. Tomás Guido descansó aquí hasta el centenario de su muerte, cuando sus restos fueron trasladados a la Catedral Metropolitana junto a los de su compañero y amigo Gral. San Martín.
Misteriosa y escalofriante
Así es la historia de Rufina Cambaceres, un clásico dentro del recorrido. Algunos la llaman “La Dama de Blanco” y creen haber visto su fantasma. Rufina era hija del escritor Eugenio Cambaceres y de la bailarina italiana Luisa Baccichi, en esa época rechazada por la alta sociedad. El 31 de mayo de 1902 la joven cumplía 19 años y preparándose para ir a la ópera con su madre, muere en su cuarto. La madre para no enfrentar con esta noticia a esa sociedad que tanto la rechazaba, resuelve sepultar a su hija en la tumba familiar de los Cambaceres. Esa misma noche la abuela de Rufina, que se encontraba en París, tiene un sueño. Desesperadamente regresa en barco a Buenos Aires en 25 días, que para la época era todo un record, ordenando que se abriese el ataúd de la joven, y confirmando así que su sueño había sido real: Rufina había sido enterrada viva con un ataque de catalepsia. Esto generó un revuelo en la sociedad, acusando también a la madre por haberla narcotizado. Se dice que este era un recurso usual de la madre de Rufina para dormirla y así poder pasar la noche con su amante, algunos dicen que éste era el futuro presidente Hipólito Yrigoyen, y otros que era el novio de su propia hija. El monumento de Rufina es el mejor ejemplo de art nouveau de Buenos Aires. La escultura de la joven en tamaño natural está intentando abrir la puerta falsa de su bóveda, que aunque quisiera no puede abrirla, y el cofre de mármol que contiene su cuerpo tiene la tapa sólo apoyada, por las dudas.
El reflejo del odio y el desprecio en la pareja
Así es el reflejo de la bóveda donde se encuentran Salvador María del Carril y su esposa Tiburcia Dominguez. Su matrimonio no venía bien y, como si fuera poco, no se dirigieron la palabra durante 21 años. La «gota que rebalsó el vaso» fue cuando su marido publicó una carta dirigida a los acreedores de su mujer, avisándoles que él ya no pagaría más sus cuentas. Doña Tiburcia sobrevive 15 años a la muerte de su marido e impone algunos cambios en el mausoleo, entre ellos, el busto que la recordara debía ser realizado por otro escultor, de tamaño más grande, y que el monumento representara lo que había sido la vida del matrimonio: él cómodamente sentado mirando hacia el sur y protegido por el baldaquino (techo), y ella dándole la espalda, incómoda, y sin ninguna protección. Otra curiosidad es que Salvador María del Carril fue impulsor del fusilamiento de Manuel Dorrego, y se observa su mirada en dirección opuesta a donde se encuentra enterrado su enemigo.
Con cama afuera
Aunque fuera de la cripta familiar, pero en el perímetro del mausoleo de la Familia Sáenz Valiente, descansan los restos de la doméstica Rita Dogan. Si bien no se acostumbraba a enterrar a los sirvientes cerca de sus patrones, en este caso, la familia reconoce la fidelidad y honradez de su sirvienta.
La bóveda más visitada
Es la que pertenece a la Familia Duarte donde se encuentra el cuerpo de Eva Duarte de Perón “Evita”. Siempre decorada con flores frescas y cartas de sus admiradores. Fallecida el 26 de julio de 1952 a los 33 años, su funeral duró 14 días con un reconocimiento multitudinario sin precedentes en el país.
Su cuerpo fue trasladado a la CGT (Confederación General del Trabajo) donde se proyectaba la Sede de la Fundación Eva Perón, pero que no pudo concretarse debido a su repentina muerte. En el segundo piso de este edificio fue embalsamado el cadáver de Evita y depositado en un altar debidamente preparado, hasta que se finalizara el mausoleo que se había proyectado. Estuvo allí durante 3 años hasta que la dictadura militar llamada Revolución Libertadora, lo secuestra por orden de Pedro Eugenio Aramburu. A partir de allí el cuerpo de Evita tuvo un itinerario macabro, y mutilado hasta que fue trasladado en barco a Génova (Italia), y de allí al Cementerio Mayor de Milán donde bajo el nombre de María Maggi de Magistris, fue enterrada durante 14 años. Fue recién el Presidente Alejandro Lanusse quien se contacta con Perón, exiliado en España, ofreciéndole la devolución de los restos. Así recuperando su nombre, el cuerpo de Evita inicia un nuevo viaje cruzando el norte de Italia, Francia y parte de España hasta llegar a Madrid. Los rumores de maltrato del cuerpo de Evita y luego la muerte de Perón en 1974, motivaron el secuestro del cadáver del general Aramburu por parte de los Montoneros, quienes reclamaban el regreso del cuerpo de Evita al país. María Estela Martínez de Perón “Isabelita”, quien había sucedido a su marido tras su muerte, realiza los arreglos para el intercambio. El cuerpo es recibido, restaurado, y depositado junto al de Perón en una cripta en la Quinta de Olivos. Luego vino el Golpe de Estado de 1976 donde separaron ambos cuerpos, con la intención de tirar al mar el cadáver de Evita, y finalmente los dictadores accedieron al pedido de las hermanas de Eva, permitiéndoles trasladar el cuerpo a la bóveda de la Familia Duarte en Recoleta.
La bóveda de la familia se encuentra en un pasillo angosto y de líneas simples, tal vez la expectativa que tenemos es ver algo más ornamentado y majestuoso. Tiene un frente de granito pulido y su puerta trabajada en bronce decorada con flores, siendo su eje central la cruz latina. Hacia arriba vemos el remate con un bracero también hecho en bronce que simboliza la eternidad. Su ataúd se ubica en el segundo subsuelo, tiene el escudo nacional hecho en bronce y se encuentra cubierto con la bandera argentina.
De las muertes más jóvenes
Es la historia de Luz María García Velloso, una niña de 15 años que muere a causa de leucemia en 1925. A la niña se la observa recostada como durmiendo sobre un lecho de rosas, hortensias y margaritas. El balcón era usado por su madre, quien habría pedido un permiso especial para que le permitieran dormir todas las noches junto al sepulcro de su única hija. Las placas fueron donadas por poetas y amigos de la familia que la conocían, ya que la niña solía tocar el piano en las reuniones que se hacían en su casa y sobre todo por su dulzura.
Luna de miel truncada
La bóveda de Liliana Crociati refleja la corta vida de esta mujer, que muere junto a su marido durante su luna de miel en Insbruch, a causa de un alud en el año 1970. Ese mismo día muere su adorado perro Sabú, que parece haber presentido la desgracia de su dueña. La escultura de la bóveda los representa a los dos, a Liliana y a Sabú, ella en su vestido de novia con el pelo largo y suelto, y su perro fiel junto a ella. La familia replicó el dormitorio de su hija en la bóveda, llevando allí varios de sus objetos personales.
Enemigos en la vida, la muerte los reúne en un mismo lugar
Muchos personajes de nuestra historia que se llevaron muy mal en vida, el destino los vuelve a reunir en la muerte y en un mismo lugar. Entre estas las historias se encuentran las del General Juan Galo de Lavalle, en su tumba hay un soldado de guardia y su epitafio dice: “Vela su sueño y si despierta dile que la patria lo admira”. Guerrero bravo y definido como la “Espada sin cabeza”, su pasión lo llevó a cometer uno de los peores errores de su vida que fue matar a Manuel Dorrego. De la muerte del Gral. Lavalle no hay pruebas históricas, pero sí hay una versión más consolidada que es la que cuenta que el General se encontraba detrás de una puerta y es herido de muerte por una bala que la atraviesa. Otra versión dice que Lavalle se suicida y sus amigos para poder darle cristiana sepultura, ocultan su suicidio porque era una ofensa a Dios.
La tumba de Cornelio Saavedra se encuentra muy cerca de la bóveda que recuerda a Mariano Moreno, su enemigo durante su gobierno.
La tumba de Domingo Faustino Sarmiento se encuentra muy cerca de su rival ideológico, “El Restaurador de las Leyes Juan Manuel de Rosas. Curiosamente en la bóveda familiar de Rosas figura su apellido con «z», se dice que Juan Manuel cuando era joven tuvo un altercado con su madre, y cambió esa letra de su apellido por una «s» como gesto de independencia, así como también renunciando a toda herencia.
Las tumbas de Hipólito Yrigoyen y José Félix Uriburu, el jefe de la revolución que derrocó a Yrigoyen en 1930.
La tumba de Arturo Illa otro ex Presidente que descansa en el panteón de los radicales, cerca del General Pascual Pistarini que encabezó el golpe militar en 1966.
La tumba de Eva Perón se encuentra cerca de los generales Eduardo Lonardi y Pedro Eugenio Aramburu, los jefes del lanzamiento de las bombas que derrocaron a Juan Domingo Perón en 1955.
Más info sobre el Cementerio de la Recoleta
- Dirección: Junin 1760, Recoleta
- Visitas guiadas por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires: martes a domingos 11:00 y 15:00 hs
- Tarifas (noviembre 2015): Gratuitas
- Información: Departamento Histórico y Artístico 0800-444-2363 (Int. 1451)